El barco ya existía, pero los cruceros, como ruta turística, no. La historia de este mercado turístico comienza en 1835, cuando apareció el primer anuncio de un crucero en el periódico Shetland Journal. Este crucero en cuestión visitaría Escocia, Islandia y las Islas Feroe. Por aquellos días parecía una auténtica locura, algo que sólo los ricos se podían permitir. No obstante, nadie se dio cuenta en ese momento del primer paso que estaban dando para un mercado turístico que en la actualidad se mueve por todo el mundo.
¿Cómo fueron los comienzos de los cruceros?
La primera compañía que salió al mercado en 1837 de forma oficial fue Stromness con el nombre Peninsular Steam Navigation Company, más tarde se convertiría en P&O Cruises.
Por aquella época, el gobierno británico comenzó a ver este tipo de medio de transporte como un transporte seguro para mantener correspondencia con Estados Unidos. Así, puso en marcha el concurso de comunicación que ganaría el magnate Samuel Cunard, conocido como el príncipe de los océanos.
Samuel Cunard fue el encargado de poner en marcha el primer barco que cruzaría el Atlántico: estaban ante el primer trasatlántico que viajaría desde Liverpool hasta Boston.
Lo que al principio no era más que un canal de comunicación se empezó a ver como una herramienta muy interesante para ganar dinero, y es que ¿por qué no incluir también pasajeros en el barco? Total, mucha gente quería viajar por aquellos días para buscar una mejor oportunidad laboral en el Nuevo Continente.
Había una gran diferencia, evidentemente, entre las clases sociales altas, que veían estos viajes como algo placentero, pudiendo permitirse camarotes de lujo, y las clases más bajas que tenían que viajar en condiciones no tan buenas y cuyos viajes eran una oportunidad de mejorar laboralmente.
Los primeros transatlánticos
La época de los grandes transatlánticos comenzó. La tecnología hizo el resto. Se empezó a invertir mucho dinero para avanzar en este campo y llegó el barco de vapor, con el cual se redujo sustancialmente el tiempo de navegación. En este terreno uno de los barcos que sentó precedente en 1850 sería el barco Ciudad de Glasgow. Era oficial, el barco de vapor comía terreno al velero y poco a poco se construían más y más.
En 1894 se funda la compañía de vapores Alaska, cuya flota aumentó hasta los 67 barcos. Estos barcos se quedaron con prácticamente toda la ruta del mar del norte. Sí, era una lucha por poseer y vender, por crear grandes barcos que pudieran tener más y más capacidad. Quizá por ello se cometieron también verdaderos errores como el del Titanic.
Este buque, perteneciente a White Star, es conocido por todos por su trágico final. No obstante, también hay que destacar que a raíz de su hundimiento, un sector que parecía hacer las cosas sin reparos y sin consultas, se encontró con ciertos límites. Así, a partir de ese momento fue obligatorio llevar lanchas y chalecos salvavidas con capacidad para la totalidad del pasaje. También tener operativa una estación de radio con mínimo de dos operadores durante las 24 horas del día.
Cunard siguió su carrera como naviera y no paró de construir megacruceros. Llegó el Queen Mary y el Queen Elizabeth, dos barcos que transportaban hasta 16 mil personas. Sus velocidades eran un auténtico sueño, también las mejoras en seguridad.
Otro de los grandes logros de Cunard fue Caronia, conocido como la diosa verde por su color. Un barco que estuvo activo desde 1947 hasta 1969.
A partir de los años setenta, el negocio de los cruceros decreció. Los movimientos migratorios ya no eran tan necesarios. Además, los aviones comerciales hacían que los traslados fueran mucho más rápidos. Era momento de reinventarse, y lo hicieron. Las compañías que operaban por aquellos días decidieron dar un giro. La nueva estrategia era, a partir de ahora, hacer itinerarios más cortos en lugares paradisíacos. Realizar escalas que tuvieran un plus de interés turístico. Así fue cuando comenzaron a operar cruceros por las islas del Mar Caribe, México y Alaska y así es como el mercado de los cruceros turísticos terminó de perfilarse.
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